Los
ojos de mi madre
Novela(Fragmento)
Cuando
llegué a esta familia tuve la sensación de que venía a aprender
algo, aunque me costó
bastante tiempo entender en qué consistía exactamente ese
aprendizaje. Nací,aunque
al hacerlo aún no conocía el alcance del concepto de “aprendizaje”,
en una familia caracterizada
por su inmunidad ante los imprevistos, las rarezas y sobre todo ante cualquier
hábito social establecido. Cosas como los horarios de comida o la
visita diaria
al
baño con fines excrementicios o con fines higiénicos eran
actividades que a
mis padres nos les interesaban en absoluto. A veces, de madrugada, mi
madre despertaba agitada y creyendo recordar en sueños que me había visto
un mal color en el rostro, me preguntaba:
mis padres nos les interesaban en absoluto. A veces, de madrugada, mi
madre despertaba agitada y creyendo recordar en sueños que me había visto
un mal color en el rostro, me preguntaba:
¿Hoy
moviste el vientre? Yo contestaba que sí sólo por quitármela de encima y aun a sabiendas
de que eso podía perjudicar mi salud. Ella, de todos modos, se
conformaba con mi
respuesta y continuaba con el ronroneo permanente de sus actividades
diarias. Sólo al constatar
que mi cutis, a lo largo de los días, se iba volviendo amarillento,
luego terroso y
al fin decididamente verdoso, ella reaccionaba con cierta virulencia
y exclamaba algo acerca
de mi vientre y a continuación me obligaba a tomar unas pastillas o
unos jarabes decididamente
repugnantes. En cierto modo reaccionaba, ella, pero también mi papá,
con tardanza
ante los fenómenos que se iban produciendo en nuestra vida; eso me
dio durante la
mayor parte de mi existencia la posibilidad de no tener que explicar
casi ninguno de mis
comportamientos, por raros que pudieran resultar, y en caso de que
algún extraño me reclamara
alguna explicación o justificación por alguno de mis
comportamientos o pensamientos,
siempre podía remitirlo a mi mamá, que se encargaba de despacharlo
con eficacia,
velocidad y a veces con cajas destempladas. Ella tenía la convicción
de que su hijo
era poseedor de una infalibilidad poco menos que papal y al tiempo la
creencia deque
la conducta de su hijo era por siempre jamás incuestionable. Gracias
a estas licencias vitales
que mis padres se concedían a sí mismos y por ende a mi entrañable
personita es que
pude mantener, no diré en el anonimato, pero sí en la
inobservancia, a mi amigo imaginario.http://losojosdemimadre.com/
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