martes, 25 de agosto de 2015

Diego Arandojo

 
Pintura de Anton Semenov 


 SE RETORCÍA

Esa cosa.
Se retorcía.
En el suelo.
No era humana.
Era otra cosa.


Esa cosa se levantó; sólo tenía una extremidad.
Me observó.
Pero no tenía ojos.
Me observó detenidamente.
Escuché algo.
Como un insulto repetido.


Esa cosa se aproximó, cautelosamente retrocedí.
Abrió una boca que no tenía.
Me comió.
La digestión demoró tres días.


Esa cosa.
Ahora.
Soy yo.


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