sábado, 6 de diciembre de 2014

Ana Claudia Díaz (Argentina)



PERIHELIO


Viaja
un arca de agua
en las fábricas de vidrio
donde construye: arma
de vestigios: luna
arco
arena en un cajón, a cántaros
cae.

Transito
busco la cima
el silencio
el incendio en la piel que la lluvia aguará.

Allí estaba él, buscando hacer algo para hallar
a alguien o ir perdido por ahí, no más.
Ancla.

Verme atravesando los campos. A lo lejos
solo es un camino más, otro pasillo ancho y
espacioso dispuesto a transgredir. El color
que late. Me envuelvo en la batalla y nado en
el embalse verde. Peces y mangos pasan por
aquí. Pienso que los pies no deberían quemarse
al sol. Su valor en onzas es un nudo.

De a tramos la vida se hace un halo de luz, un
hito en la tierra. Ni manchas, ni pelo de otro
color. Camino ¿Hacia dónde volviendo yo me
encuentro con la altura de los maizales, racimos,
espigas meciendo las lunas? Esparciendo el
verde. Su olor. El pasto tostado.

De prisa. Huir a las heridas del viento o hiriendo
en lo inanimado, aquello que el cometa
convirtió en luminosos ramales. El planeta
está más cerca del sol y es todo de helio.
Huella. Comulgo con los puntos cardinales, el
hemisferio traslúcido que vislumbro para saber
que no hay ambigüedad.

Contraté al tiempo para pactar el relieve del
globo terráqueo y mi pelaje de color gris.
Discutís el diálogo que resulta entre nosotros.
Astro. Austero. Es así, complejo. Hilar.
Reducimos capullos que discurren o se trazan
para inferir en otras tantas cosas.

Tardará mucho en suceder lo que se ofrece o
aquello de lo que estoy hablando. La envoltura
hilando quiere transformarse en crisálida o en
el botón de las flores. Un manojo de bellotas
para el inventario. O para mientras, inventar
el andar. Caminar, correr. Mudable reino de
piezas, prados. Acá estoy yo, voy pastando el
pasto crudo. Punto.

Plantar, meter en la tierra un esbozo, un
vástago real para poblarnos verticalmente de
ramos tiernos que brotan. Estamos rodeando
al cielo o al revés. Poco antes o poco después
de eso, el delta. La desembocadura en el río.

El azar. Mar, donde se halla la nave. Rumbo.
Lo que queda, incierto. Fugaz. El otro extremo.
El exceso de ayer fue despertar.

Ahumadas las flores en ceniza azul. Sombras
de aquellos cordeles, de aquella tempestad.
El viento. Me dejo ver así entre la abundancia
desordenada. Natural. Las matas, un bosquejo
o la idea vaga de algo. La raíz. Partir la tierra.
Lo que corresponda adornar con el cuerpo.

Guarnecer el suelo y cada una de las veces
que se alza. Revestir sus paredes imaginarias,
habitarlas yo. El pasto hinchado se vuelve
una pradera. Un puente luz. Lo cíclico, el
suelo que se hace. El día nace en la distancia
abierta. En el centro, una tropa de búfalos
indiferentes, se desplazan por las curvalíneas,
para derretir mi costado abatido. Romper las
clavijas. Desenvolverme.

La proeza. La valentía tardía cosecha, nos
hamaca. Se funde en bronce con el atardecer
y crece. El impulso que apelmaza las grietas.
Ahí voy, cruzando. Permanezco.

Mi hebilla rodó hasta lo efímero, hasta la
inmensidad que huele a naranjas de plata.
Ya no hay una fuerza insoportable para modelar
el progreso. Eso fue una tregua.
O eras vos.



(Perihelio, es la tercera parte de libro Conspiración de perlas que trasmigran, publicado por la editorial de poesía zindo & gafuri en 2013)

Foto ext.de google

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