PERIHELIO
Viaja
un
arca de agua
en
las fábricas de vidrio
donde
construye: arma
de
vestigios: luna
arco
arena
en un cajón, a cántaros
cae.
Transito
busco
la cima
el
silencio
el
incendio en la piel que la lluvia aguará.
Allí
estaba él, buscando hacer algo para hallar
a
alguien o ir perdido por ahí, no más.
Ancla.
Verme
atravesando los campos. A lo lejos
solo
es un camino más, otro pasillo ancho y
espacioso
dispuesto a transgredir. El color
que
late. Me envuelvo en la batalla y nado en
el
embalse verde. Peces y mangos pasan por
aquí.
Pienso que los pies no deberían quemarse
al
sol. Su valor en onzas es un nudo.
De
a tramos la vida se hace un halo de luz, un
hito
en la tierra. Ni manchas, ni pelo de otro
color.
Camino ¿Hacia dónde volviendo yo me
encuentro
con la altura de los maizales, racimos,
espigas
meciendo las lunas? Esparciendo el
verde.
Su olor. El pasto tostado.
De
prisa. Huir a las heridas del viento o hiriendo
en
lo inanimado, aquello que el cometa
convirtió
en luminosos ramales. El planeta
está
más cerca del sol y es todo de helio.
Huella.
Comulgo con los puntos cardinales, el
hemisferio
traslúcido que vislumbro para saber
que
no hay ambigüedad.
Contraté
al tiempo para pactar el relieve del
globo
terráqueo y mi pelaje de color gris.
Discutís
el diálogo que resulta entre nosotros.
Astro.
Austero. Es así, complejo. Hilar.
Reducimos
capullos que discurren o se trazan
para
inferir en otras tantas cosas.
Tardará
mucho en suceder lo que se ofrece o
aquello
de lo que estoy hablando. La envoltura
hilando
quiere transformarse en crisálida o en
el
botón de las flores. Un manojo de bellotas
para
el inventario. O para mientras, inventar
el
andar. Caminar, correr. Mudable reino de
piezas,
prados. Acá estoy yo, voy pastando el
pasto
crudo. Punto.
Plantar,
meter en la tierra un esbozo, un
vástago
real para poblarnos verticalmente de
ramos
tiernos que brotan. Estamos rodeando
al
cielo o al revés. Poco antes o poco después
de
eso, el delta. La desembocadura en el río.
El
azar. Mar, donde se halla la nave. Rumbo.
Lo
que queda, incierto. Fugaz. El otro extremo.
El
exceso de ayer fue despertar.
Ahumadas
las flores en ceniza azul. Sombras
de
aquellos cordeles, de aquella tempestad.
El
viento. Me dejo ver así entre la abundancia
desordenada.
Natural. Las matas, un bosquejo
o
la idea vaga de algo. La raíz. Partir la tierra.
Lo
que corresponda adornar con el cuerpo.
Guarnecer
el suelo y cada una de las veces
que
se alza. Revestir sus paredes imaginarias,
habitarlas
yo. El pasto hinchado se vuelve
una
pradera. Un puente luz. Lo cíclico, el
suelo
que se hace. El día nace en la distancia
abierta.
En el centro, una tropa de búfalos
indiferentes,
se desplazan por las curvalíneas,
para
derretir mi costado abatido. Romper las
clavijas.
Desenvolverme.
La
proeza. La valentía tardía cosecha, nos
hamaca.
Se funde en bronce con el atardecer
y
crece. El impulso que apelmaza las grietas.
Ahí
voy, cruzando. Permanezco.
Mi
hebilla rodó hasta lo efímero, hasta la
inmensidad
que huele a naranjas de plata.
Ya
no hay una fuerza insoportable para modelar
el
progreso. Eso fue una tregua.
O
eras vos.
(Perihelio,
es la tercera parte de libro Conspiración
de perlas que trasmigran,
publicado por la editorial de poesía zindo & gafuri en 2013)
Foto ext.de google
Foto ext.de google
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