Pintura de Beksinski
OPERACIÓN
MASACRE
UN
DIA LAS RATAS
Hace
aproximadamente seis horas que afuera solo se escucha el silencio.
Ni
el más mínimo murmullo. Se que el Sol esta brillando con fuerza.
Sol, no te apagues nunca en este día, lo deseo, no sabes como lo
deseo.
Recorro
el cuarto por décima o quien sabe ya por cuantas vueltas
andaré.
Mis
ojos buscan a su enemigo, rincones, zócalos; quizás tratan de
recordar su cara.
Me
sobresalto la brisa mueve las cortinas, las arranco. Por algún lugar
entra aire, se cuela ese viento insistente, irrespetuoso,
avasallante, soberbio; del norte. Por alguna hendija. ¿De
qué tamaño?
Ayer
el mundo existía. ¿Y hoy? . No lo puedo creer
todavía…Aunque desde el 56 sabía que este día podía llegar.
Sabía
que existían nueve por cada habitante .Pero nunca había visto dos
juntas .Y ahora ellas gobernaban. Fue de golpe .El imperio se novia.
Atacaron
todas al mismo tiempo. Buscaban primero los ojos .Morder los ojos.
Arrancar los ojos y uno ya estaba indefenso. No veía la realidad.
Después,
que importa, es macabro de solo pensarlo.
Sentí
impotencia, los gritos desesperados, la ciudad gritaba; si algunos
quedamos, será por pura casualidad, desinterés, ignorancia,
complicidad; recordaremos este día como la noche del alarido Y no
nos fallara la memoria.
Y
contaré esto. Para que nadie lo olvide para no estar desprevenidos,
nunca más.
Yo
vi. Las ratas tras el vidrio de mi ventana, tratándolo de quebrar.
Desfilando
ante mí para prenderme el miedo, un miedo sin educación; pánico.
Infundir pánico. De todo y de todos.
Vi,
la gente saltar al vacío, desesperados .Aún suena en mis oídos el
aullido humano; tétrico, frío, eléctrico. Lo recuerdo y pierdo el
sentido. Pero no retrocedo.
Yo
vi. una ciudad mordida en los ojos, gente corriendo a ciegas; después
caer, seguir gritando, gemir,morir.
Ya
han comenzado los incendios; todo arderá, aulas sin alumnos,
fabricas sin obreros, radios con cintas grabadas cantando a la vida y
diarios con noticias de Marte.
¿Por
cuantas horas más?
Sobre
el pavimento existe una alfombra deforme de cadáveres ciegos, NN;
entre semáforos parpadeantes.
Solo
las hojas de los árboles se mueven.
Y
yo aquí esperando ver el primer hocico por algún rincón.
Cuando
empezaron los gritos me sobresalte. Prendí la luz; me
costo despertarme, era todo tan irreal.
Ese
sonido de fondo, una sirena lejana de mil voces desgarradas. Salté
de la cama, corrí la cortina. Sobre la ventana, una rata; inmensa y
negra me observaba. Cerré la ventana triturándole la cabeza contra
el marco de hierro.
Ya
eran cientos, miles; que corrían en todas direcciones, luces que se
prendían, nuevos alaridos, nuevos llantos y después el silencio .No
respetaban nada. Ni los niños.
No
pensé, recorrí el departamento en un instante, puertas, ventanas,
rejillas .Hasta mire con desconfianza el pico de la canilla en la
cocina.
Y
ellas rascaban el vidrio, mordían la madera de la persiana; era un
serrucho monótono, rápido, constante.
Aseguré
las trabas de las ventanas, viéndolas correr entre la persiana y los
vidrios, si estos se rompían no podría hacer nada.
Sólo
atine a dejar correr la cinta y cuando la tuve toda en mi mano, deje
caer la persiana .Ellas también aullaban pero
distinto. Y ya estaban reemplazadas. No sabía si había soñado la
ejecución. Era un deseo de justicia.
Estuve
un rato triturándolas, subir, bajar; tratar de pensar .Tomé el
teléfono, un número, un amigo, un familiar, nadie contestó, la luz
titilaba.
Quien
puede socorrer a un hombre solo.
Veneno,
matar en defensa propia. De la supervivencia del Hombre, una idea
recurrente.
Siempre
terminaba en lo mismo. Veneno no tenía, matarlas era tan difícil.
El
Sol esta bajando, temo .Brilla Sol. ¡Brilla!
Tienen
hábitos nocturnos. Fuego. Es una linda palabra.
Quizás
los incendios que veía por mi ventana eran hombres luchando. Reforcé
el circuito eléctrico. Sería un arma. Agua, electricidad, linda
combinación.
Anteojos,
casco, armadura. Otras ideas que giraban vertiginosamente en mi
cabeza.
El
Sol se alejaba, suicidio. Otra idea recurrente.
No
debía desesperar, hasta la noche anterior me distinguía de los
animales por pensar .Debo pensar, soy más inteligente que
ellas, las tengo que matar a todas.
El
Sol sigue bajando, sobre los techos vecinos donde ya hace un rato ha
dejado de dar el calor comienzan a verse. Y casi seguro me ven.
Me
siento observado. Se que estoy en la mira. Resisto y pienso. Pienso y
resisto.
Veo
una rata deslizarse cómodamente por los cables del teléfono que
cruzan la calle. Deben estar en Bellas Artes, en los confesionarios,
en los claustros, deliberando en los sillones del Congreso. Sentadas
en el sillón de gobierno, delirando sus necias fantasías.
Después
de pasar, ya no puedo contar; Una, dos, cien, mil…
Vienen
para mi zona. Un exterminio totalmente calculado.
Corro
a la cocina busco un recipiente con agua, poco a poco dejare correr
el líquido por debajo del ventanal.
Veo
un cuchillo. El grande. Lo tomo.
Corro
al ventanal, ya dejé correr el agua.
Las
ratas desfilan por las barandas del balcón.
Van
rápido. Una se detiene, se para en dos patas y mira hacia adentro,
no hay privacidad. Sale la de abajo del macetero, se acercan los
hocicos, dialogan; miran hacia adentro. De a una no atacan.
Algo
están royendo, es el trabajo metódico, trato de escuchar, de
percibirlas ¿Donde taladran? Estoy seguro que es fuera de mi
imaginación, de ni cerebro. Pero a otros les llegan.
Se
apiñan contra el vidrio. Me sonrío. Sacuden sus patitas mojadas.
Apoyo el cable. Corren. Se corta la luz. Chillan, se arrastran,
quedan duras. Están de nuevo contra el vidrio.
Luz,
pienso. Linterna, velas, fósforos.
Busco
a ciegas. Corro, dejo caer las persianas. Estallan.
Papel
fósforos, antorcha, combustible.
El
Sol se ha puesto. Agua bajo el ventanal, se dispersan esperando la
corriente. Las demoro .No es la solución.
Miro
el horizonte. Edificios enteros arden. Allí no entraran las ratas.
Papel,
ropa, diarios, libros, muebles, fogata…
Neruda,
Machado, Hernández, Ionesco, Cervantes, Sartre, Guillen. ¡Qué me
muerdan los ojos!
Aprieto
el cabo del cuchillo. Lo dejo.
Corro
a la cocina. Saco los estantes de la heladera, me mido. Entro .Salgo.
Una armadura. Alguien golpea el vidrio.
Es
un solo cuerpo, una ola de ratas, una masa negro pardusca.
Veo
una rata entrar sola por el otro extremó.
Maldita
exploradora, ya tienen el túnel.
Corro,
salta. Corre, amago. Amago se arrincona. Golpeo, duda. Duda, explota.
Prendo
un fósforo y lo tiro al cuarto, todo arde.
Presiento
que alguna grita dentro de la hoguera.
Prendo
una antorcha, la mojo con el coñac que guardaba para las grandes
ocasiones. Y esta es una.
Tengo
miedo. Un débil pero constante martillo insiste en el ventanal. Todo
lo combustible contra el vidrio. La cultura al fuego. La colección
de Crisis. No te apagues nunca.
Una,
dos, tres; sobre la hoguera, cuando el vidrio estalla, cincuenta
cuando arrojo el fuego. Me deslumbro. Arden. Me siento, tomo un
respiro y un trago.
Desde
debajo de la pileta una me observa, sale otra…
Giro
mi cabeza, ni siquiera las cuento.
No
me atacan, supongo que aún me temen…
Tomo
papel y lápiz, escribo, escribo todo esto; abro la heladera y lo
tiro adentro. Con la convicción de ser testigo.
Prendo
un cigarrillo. Cierro la puerta herméticamente. Me siento y las
observo.
Ya
son más de cien… Me miran, muestran las dos agujas blancas bajo
los bigotes.
No
voy a correr, no voy a callarme, ya no me muevo.
Aprieto
mis ojos con las manos, éstas con las rodillas y espero. Espero.
La campanilla del reloj. Veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y seis.vampires.nightforum.net
La campanilla del reloj. Veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y seis.vampires.nightforum.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario