Simplemente
el rayo,
estremecido
en las concias urbanas,
despide
su epifonema de nostalgias.
Nostalgias
acabadas en racimos eclécticos;
aquellos
que brotan de la carne cortada,
de
las lamentaciones humanas,
del
silencio colectivo.
Me
oigo a lo lejos estribillar las penumbras mortecinas
para
que den un último suspiro.
Se
encierra así su alcázar de obsoletos,
que,
cuadriculados en las ventanas,
perforan
ausentes
las
voces,
la
proclama…
6.
No
existe aún la metafísica real
que
enjaule todas las atrocidades
que
las ponga de patitas en la calle
¡Fuera,
fu, fu!
No
es que quiera un Paraíso
es
simplemente la dignidad de andar desnudo por la selva
u
obtener la residencia legal en la ciudad amurallada.
Cuando
el viento es dulce
mi
alma se estremece en el cuartel verdadero
desde
allí espío las lajas tornasoladas
sobre
las que un grupo de nómades juega al fútbol
y
entre los edificios abarrotados,
pequeñas
partículas pululan,
se
estremecen cuando se rozan,
se
frotan,
friccionan.
De Guitarra
nocturna.
El ojo del mármol, Buenos Aires, 2013
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