miércoles, 31 de diciembre de 2014

Antonio Medina Guevara (España)

 


NO MATÉIS AL GORRIÓN"
 

Fragmento de la obra:
Otro día vino Marina. Con mi madre.
Me alegré mucho al verla. Ella es la mejor de mis <amigos>.
Le agradecí mucho su visita, que venía de lejos; se lo dije,
pero creo que no me oyó.
Se quedó un buen rato llorando después de dejar un ramo de
flores raras y preciosas.
No dijo ni palabra.
Tenía la mirada de una mujer enamorada; le brillaban los ojos
como dos luceros…, y pensé nuevamente en el hombre que esté
a su lado… ¡No sabe la suerte que tiene…!
Se fue como había venido: Llorando.
¡Que bonita que es Marina…!
¡¿Y mi madre…?!
Mi madre tiene su cara igual a la de la madre de Isabel:
blanca y transparente.
¡Que pena de mi madre…!
Con su rostro que es el espejo del rostro de algunas madres.
Tiene la mirada húmeda de niebla, llena de lamentos…,
con una melancólica hermosura que es un retrato de sus
pensamientos.
Sus cabellos siguen siendo negros y sedosos; unas canas,
blancas, como hebras de mármol y plata, ya empiezan a tintarlos.
Al verla, pienso que la tristeza es siempre de color blanco y que
a ella ya le sale por sus cabellos.
Su piel es pálida como el alabastro de las tumbas, pero
rabiosamente bonita, como si por los poros de su piel se filtrara
todo lo que lleva dentro.
Ya perdió sus primaveras, pero aún le brillan los ojos…,
¡como dos estrellas!
Esos ojos tan llenos de sol; tan llenos de antes y de noche,
con lágrimas de cera y cristal…, ¡como a una dolorosa…!
¡Que pena de mi madre…!
Sus días están enterrados en la misma tierra de mis noches:
¡donde se pudren los huesos!

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