NO
MATÉIS AL GORRIÓN"
Fragmento de la obra:
Otro
día vino Marina. Con mi madre.
Me
alegré mucho al verla. Ella es la mejor de mis <amigos>.
Le
agradecí mucho su visita, que venía de lejos; se lo dije,
pero
creo que no me oyó.
Se
quedó un buen rato llorando después de dejar un ramo de
flores
raras y preciosas.
No
dijo ni palabra.
Tenía
la mirada de una mujer enamorada; le brillaban los ojos
como
dos luceros…, y pensé nuevamente en el hombre que esté
a
su lado… ¡No sabe la suerte que tiene…!
Se
fue como había venido: Llorando.
¡Que
bonita que es Marina…!
¡¿Y
mi madre…?!
Mi
madre tiene su cara igual a la de la madre de Isabel:
blanca
y transparente.
¡Que
pena de mi madre…!
Con
su rostro que es el espejo del rostro de algunas madres.
Tiene
la mirada húmeda de niebla, llena de lamentos…,
con
una melancólica hermosura que es un retrato de sus
pensamientos.
Sus
cabellos siguen siendo negros y sedosos; unas canas,
blancas,
como hebras de mármol y plata, ya empiezan a tintarlos.
Al
verla, pienso que la tristeza es siempre de color blanco y que
a
ella ya le sale por sus cabellos.
Su
piel es pálida como el alabastro de las tumbas, pero
rabiosamente
bonita, como si por los poros de su piel se filtrara
todo
lo que lleva dentro.
Ya
perdió sus primaveras, pero aún le brillan los ojos…,
¡como
dos estrellas!
Esos
ojos tan llenos de sol; tan llenos de antes y de noche,
con
lágrimas de cera y cristal…, ¡como a una dolorosa…!
¡Que
pena de mi madre…!
Sus
días están enterrados en la misma tierra de mis noches:
…¡donde
se pudren los huesos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario