Tanta muerte entre la muerte
a I.
Entonces
escucho las aguas y te percibo.
Odysseas
Elytis
y
ahora cómo se vive después de tanta muerte entre la muerte
cómo
se respira lápida tras lápida
zapato
valija diente violín sobretodo
y
en el agujero máximo el hueso invisible
cómo
entre la montaña de náusea puede una decir algo
hablar
siquiera de lo suyo
(o
afirmar yo podría haberlo imaginado)
cómo
recobrarse el corazón y no arrojarlo al foso que significa ahora el
mundo
cómo
repensar al hombre
al
satánico esquizoide
pero
ahora mismo nada acude a mi poema
todo
se detiene
soy
un avestruz inmóvil en el viento
y
en mi ojo de quilate transparente
veo
caer cuerpos como escombros
o
piñas
o
meteoros
o
carnadas
veo
franjas de cadáveres humeantes y nada de eso acude a mi poema
veo
ríos espesados como el café que una olvida por semanas
veo
la tierra seca a través del agujero en donde anida la bala
y
una rasurada nuca que suplica
pero
insisto en que nada de eso acude a mi poema
veo
a la mujer pariendo
mientras
una insignificante bomba de luz gotea el frío del calabozo sobre el
cartílago
/traslúcido
y
nada de eso acude a mi poema
tamaña
cobardía
tamaña
idea satánica esquizoide
pero
nada de eso acude a mi poema
será
quizás porque mi piel es ahora líquida anestesia
se
lanza desde un aeroplano un casi esqueleto
lo
hace una mano mecánica,
también
más muerta que los muertos,
lo
hace una mano aguijón que se envenena a sí misma
pero
hoy nada de eso acude a mi poema
tamaño
plan tamaña cobardía
ella
sigue pariendo y cada contracción es un disparo
una
caricia de verdugo
una
excreción que la sepulta
cae
el frío en su plenitud eléctrica
y
la bomba de luz alumbra a la que sigue pariendo
como
si evitara dar la vida a quien no sabe de qué se trata este foso que
es ahora el mundo
o
en qué espesura
-si
en el río o en la ancestral cobertura de la pampa o bajo la columna
de cemento-
quedará
flotando por siempre su líquido amniótico desencontrado, disperso,
huérfano
por
eso sigue pariendo
en
cuanto dé a luz
lo
que le queda ya no será de ella
(tamaño
plan tamaña cobardía)
pero
nada de eso acude a mi poema
año
tras año los mágicos cadáveres saltan de sus galeras
y
dan el puñetazo propicio
regresan
en partes
en
trozos
en
astillas
aunque
sea un gramo de su alma -piden ellas-
aunque
sea un fragmento de herida,
una
bata empecinada en su dolor
pero
nada de eso acude a mi poema
sólo
veo algo que cae
algo
que suma
algo
que hace montañas
algo
que quema
algo
que se entierra bien profundo
-por
eso a veces ni los perros lo encuentran-
pero
nada de eso acude a mi poema
bajo
la fría electricidad que gotea su parsimonia
ella
–el instrumento ahora de su propio cuerpo–
sigue
demorando el contraído impulso subterráneo
en
cuanto dé a luz
será
de lodo su tumba secreta
y
será –inevitablemente– su medio fruto parido
lo
que aúlle sobre la ola unánime que sobresalte los grandes yates en
la noche
,
de Agualava
Kubicki
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