lunes, 29 de diciembre de 2014

Patricia D.Bialet (Argentina)

    

 Tanta muerte entre la muerte                                                                                          

a I.
Entonces escucho las aguas y te percibo.
Odysseas Elytis



y ahora cómo se vive después de tanta muerte entre la muerte
cómo se respira lápida tras lápida
zapato valija diente violín sobretodo
y en el agujero máximo el hueso invisible

cómo entre la montaña de náusea puede una decir algo
hablar siquiera de lo suyo
(o afirmar yo podría haberlo imaginado)

cómo recobrarse el corazón y no arrojarlo al foso que significa ahora el mundo
cómo repensar al hombre
al satánico esquizoide

pero ahora mismo nada acude a mi poema
todo se detiene
soy un avestruz inmóvil en el viento
y en mi ojo de quilate transparente
veo caer cuerpos como escombros
o piñas
o meteoros
o carnadas

veo franjas de cadáveres humeantes y nada de eso acude a mi poema
veo ríos espesados como el café que una olvida por semanas
veo la tierra seca a través del agujero en donde anida la bala
y una rasurada nuca que suplica
pero insisto en que nada de eso acude a mi poema

veo a la mujer pariendo
mientras una insignificante bomba de luz gotea el frío del calabozo sobre el cartílago
/traslúcido
y nada de eso acude a mi poema

tamaña cobardía
tamaña idea satánica esquizoide
pero nada de eso acude a mi poema

será quizás porque mi piel es ahora líquida anestesia

se lanza desde un aeroplano un casi esqueleto
lo hace una mano mecánica,
también más muerta que los muertos,
lo hace una mano aguijón que se envenena a sí misma
pero hoy nada de eso acude a mi poema

tamaño plan tamaña cobardía
ella sigue pariendo y cada contracción es un disparo
una caricia de verdugo
una excreción que la sepulta

cae el frío en su plenitud eléctrica
y la bomba de luz alumbra a la que sigue pariendo
como si evitara dar la vida a quien no sabe de qué se trata este foso que es ahora el mundo
o en qué espesura
-si en el río o en la ancestral cobertura de la pampa o bajo la columna de cemento-
quedará flotando por siempre su líquido amniótico desencontrado, disperso, huérfano
por eso sigue pariendo
en cuanto dé a luz
lo que le queda ya no será de ella

(tamaño plan tamaña cobardía)

pero nada de eso acude a mi poema
año tras año los mágicos cadáveres saltan de sus galeras
y dan el puñetazo propicio
regresan en partes
en trozos
en astillas

aunque sea un gramo de su alma -piden ellas-
aunque sea un fragmento de herida,
una bata empecinada en su dolor
pero nada de eso acude a mi poema

sólo veo algo que cae
algo que suma
algo que hace montañas
algo que quema
algo que se entierra bien profundo
-por eso a veces ni los perros lo encuentran-
pero nada de eso acude a mi poema

bajo la fría electricidad que gotea su parsimonia
ella –el instrumento ahora de su propio cuerpo–
sigue demorando el contraído impulso subterráneo

en cuanto dé a luz
será de lodo su tumba secreta
y será –inevitablemente– su medio fruto parido
lo que aúlle sobre la ola unánime que sobresalte los grandes yates en la noche
, de Agualava
 
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Kubicki

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