sábado, 6 de diciembre de 2014

Emilio Medina Muñoz de Morales (España)


EL PATIO DE MI CASA ,LA CUEVA
Novela Cap .2

En la casa donde trascurrió mi niñez y mi juventud, había una cueva.

En la casa, propiedad de mis abuelos. Vivian sus tres hijas y sus correspondientes nietos.

De la hija mayor, -mi tía- tenía yo cuatro primos. Todos eran más pequeños que yo.

Mi madre, -era la de en medio en edad-, dio a luz dos niñas y un cabezón.

La hija menor, -mi otra tía-, tenía dos varones y un marido militar... pero militar..., militar.

En otra vivienda de la misma casa, vivía una señora que tenía un estanco en la plaza mayor.

Esta señora, tenía dos hijos y un par de... para haber tenido a toda la Legión Extranjera.
A su marido le decían, cuernos de oro. Era un señor muy bajito y realmente feo.

Bien, todo esto viene al caso de mostrar, que en mi casa había una tropa de niños, que yo era el jefe y que además había una cueva. Con estos ingredientes y si me hubiesen conocido de pequeño, lo de Troya, una mano al mus.

Había un patio central en la casa; en el centro un enorme manzano; las viviendas bajas, daban sus entradas al patio y las viviendas superiores, tenían miradores corridos al mismo.tenían miradores corridos al mismo.

Un día mis abuelos, fallecieron; se llevaron poco tiempo...unos meses.

Yo los vi a los dos muertos. No me asustaron esas imágenes. Tendría yo..., sobre los ocho añitos.

Mi mente empezó a fabular para ver que hacía con todos los ingredientes.

Una tarde, después del colegio, nos juntamos todos los críos en el patio, para tomar la merienda de pan con chocolate y jugar.
La cueva, normalmente tenía un candado. Se usaba como fresquera para las bebidas y algún alimento sólido, tapado con un bol invertido de tela metálica muy fina.

Bien, pues esa tarde el candado...¡ estaba abierto!...¡¡¡bien!!!

Armados de papeles de periódicos como antorchas y una caja de cerillas, nos introdujimos por la escalera, muy cómoda de bajar, pues tenía sus buenos escalones.

Al terminar los escalones, había una parte más ancha y allí, forme mi ejército para hacer la exploración del Averno.

Nos fuimos andando por el ramal de la derecha, cuando ya no se veía nada, encendimos las antorchas. Los más pequeños, comenzaron a llorar; los papeles se fueron terminando.
Había mucho humo; yo, también empecé a asustarme como un general derrotado.

En completa oscuridad, retrocedimos llorando por el humo y por el miedo.

Cuando llegamos al fin arriba... ¡qué cuadro!... con ¡qué afán las madres besaban a sus hijos, bofetones se llevó el general...! y por solo haber perdido una batalla.

La guerra... continuó por mucho tiempo.


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