sábado, 6 de diciembre de 2014

Dulce Nana Nana (España)


DISGUSTO
Los nervios me han invadido; quiero detenerlos; ellos resisten. A tres kilómetros y a media hora de aquí un examen decisivo me espera. El tiempo no obedece a su medida, se ha acelerado sin avisar. Un leve temblor se apodera de mí. Me apresuro y salgo alocadamente. Una señal de alerta atraviesa mi cerebro. ¡La documentación! Rápidamente me doy la vuelta; veo cómo se cierra la puerta. Hurgo en las profundidades de mi bolso, buscando las llaves. Unas notas escritas en pedacitos de papel, en servilletas y cartones impiden mi avance. Algo más lejos unas briznas de tabaco pegadas a un caramelo sudado obstaculizan mi búsqueda. Otros objetos variopintos unen sus fuerzas imposibilitando el hallazgo de las llaves. Las oigo, sé que están ahí, pero no consigo atraparlas. ¡Tiempo, espérame!
El temblor ya no es leve, ha aumentado en estos últimos minutos. Me ataca el temor a llegar tarde, a no llegar, a perder mi oportunidad. Tiro el contenido del bolso al suelo. ¡Por fin, ahí están! Mis manos, agitadas y desobedientes, van a su encuentro. Con dificultad y concentración logran hacerse con ellas. Se escapan, una vez y otra vez, deslizándose entre mis dedos inarticulados, agarrotados…
Un ejército de hormigas sube por mis piernas de algodón, instalándose en mi vientre, al calor de la hoguera que ha prendido en su interior. La puerta me sirve de apoyo. Agarro las llaves con fuerza y decisión; la cerradura nos espera, invitándonos a penetrarla; se ríe de nosotras, se cierra al contacto. Varios intentos se suceden sin éxito. Oigo las pisadas del tiempo, alejándose sin compasión. Aún podría llegar, sólo es cuestión de entrar, salir y correr. Pero el objetivo se resiste. Entro en estado de pánico. Estoy bloqueada, no consigo moverme.
Cosquilleos, hormigueos, temblores, espasmos recorren todo mi cuerpo, produciéndome una sensación que supera el malestar, una sensación conocida, que no consigo recordar. El miedo me atenaza; esa sensación conocida aumenta de intensidad, voy resbalando a cámara lenta por la pared, no puedo sostener mi cuerpo que finalmente cae al suelo, estremeciéndose de placer…

Me despierto sudando con los últimos latigazos del clímax.

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